Hace unos días contraté los servicios de Servinet del Vallés para limpiar el bajo adónde voy a mudar todo mi equipo y mi estudio de fotografía. Llevo años queriendo hacerlo porque el anterior se me había quedado pequeño pero nunca encontraba el local perfecto para ello hasta que hace un mes, más o menos, vi un garaje enorme y cochambroso con un letrero de “se alquila”.
Al principio pensé que era una locura hasta el mero hecho de planteármelo, pero tras ver el tamaño del sitio, el precio que pedían y que tenía instalación de tuberías para poder poner un pequeño baño, me animé a mí mismo a lanzarme a la aventura. Todo, absolutamente todo, tengo pensado hacerlo yo con ayuda de conocidos y familiares pero, para allanar un poco el camino, contraté el servicio de limpieza previo con el fin de ahorrar algo de tiempo.
El caso es que llegué a conocer bien a las chicas que vinieron a ayudarme a limpiar, tres empleadas realmente eficientes que me dejaron el local más limpio que mi propia casa, y hablamos largo y tendido sobre muchas cosas, entre ellas, de los animales. Una de ellas era una gran amante de los perros, como yo, y me estuvo contando la angustia que pasó hace unos años cuando su pequeña “Lady” se perdió en las calles de Barcelona. Era cachorro todavía, escuchó un ruido fuerte y se asustó queriendo huir de donde estaba con la mala suerte de que el tirón que dio rompió la pequeña cadena que habían comprado para ella. Desapareció entre las calles a pesar de la carrera que se pegó la chica intentando recuperarla, y a pesar de su incesante búsqueda no pudo localizar a la perra en los siguientes meses. Fue casi un año después, cuando ya había perdido toda esperanza, cuando recibió una llamada telefónica de una joven a la que le había llegado una publicación de Facebook donde aparecía la foto de la perra.
“Lady” estaba bien. La encontró esa joven deambulando por la calle y se la llevó a casa. Durante un par de semanas buscó a los dueños del animal preguntando en todos los veterinarios de la zona, pero no consiguió localizarla y decidió quedársela hasta hoy, que un amigo de Facebook compartió el anuncio que hizo su primera dueña cuando desapareció.
El reportaje fotográfico de mi vida
Eso me ha hecho pensar en los pros que tiene Internet a la hora de localizar a personas y animales perdidos. Como aquel bebé de 8 meses que encontró a su familia tras el atentado de Niza gracias a una foto subida al Facebook, o la historia base de la nueva “Lión” la película que se estrenará en breve en los cines españoles cuya protagonista es Nicole Kidman.
“Lión” es la historia de un niño que con 5 años se perdió en una estación de tren en la India. Intentó volver a casa, con sus hermanos y su madre, pero no lo consiguió, y tras varias semanas dando tumbos de un sitio a otro acabó en un orfanato donde, al cabo de unos meses, fue adoptado por una familia australiana. Creció, estudió en la universidad y tuvo una infancia feliz, pero siempre guardó consigo esa necesidad de encontrar a su familia perdida. Por eso, cuando tuvo edad suficiente y los conocimientos necesarios, empezó a analizar cada imagen que recordaba en su mente comparándolas con las imágenes que encontraba en Google Earth para intentar localizar su casa, aquella que no pudo localizar veinte años antes.
Todas esas historias de encuentros y reencuentros han tocado mi fibra sensible y ahora tengo un objetivo, un trabajo que me planteo terminar de aquí a un año: fotografiar a los protagonistas de esas historias de personas, animales e incluso objetos (como aquel anillo de bodas que apareció en el fondo del mar cerca de la isla de Benidorm y que su dueño recuperó muchos años después de su pérdida) que vuelven con sus dueños o seres queridos gracias a las redes sociales y a Internet.
No sé si conseguiré vender mi reportaje, ni tampoco sé si ganaré o perderé dinero con este trabajo freelance, pero es posible que se convierta en el mejor reportaje fotográfico de mi vida.