Desde que tengo memoria siempre he estado fascinada por las imágenes y, tan pronto como mi padre me enseñó un par de trucos la fotografía se convirtió en mi gran pasión.
Así, decidí perseguir una carrera como fotógrafa y terminé trabajando para diferentes medios. Finalmente, el frenético ritmo de vida de una fotógrafa freelance se interponía con mi siguiente proyecto vital: formar una familia.
Por ello, decidí hacer una serie de cambios y encontré la opción de enseñar como una estupenda oportunidad para seguir trabajando en lo mío, pero con un ritmo más lento y fácil de compaginar con mi nueva vida.
Pensé que enseñar fotografía iba a resultarme sencillo, principalmente por mi enorme experiencia en el campo. De lo que no me daba cuenta era, que de ser una experta en un tema a saberlo enseñar hay una pequeña diferencia.
Aprender a expresar conceptos que para mí eran muy familiares y sencillos de una forma que los chicos a los que daba clase me entendieran fue mi mayor reto.
Mis alumnos no solo no me entendían, sino que se aburrían en las clases y se notaba la total falta de interés. Hubo momentos en los que empecé a plantearme que, puede que esto de la docencia no fuera para mí.
Si bien, esto no duró mucho, después de hablar con una de mis mejores amigas que también es docente, pero de Dibujo, me dio un par de ideas que empezaron a cambiar completamente mi enfoque.
Me dejó un libro de Ediciones Aljibe, titulado “Adaptación Curricular, Educación Visual y Plástica. 3º de la ESO” de Isabel Riera en el que encontré interesantes ideas y enfoques para que mis alumnos comprendieran cuestiones sencillas de composición.
Y me aconsejó que le diera un enfoque lúdico, que viajara a mi infancia y recordara qué fue lo que me hizo empezar a interesarme por la fotografía y así, convertir el hecho de fotografiar en un instrumento que ayudara a mis alumnos a expresarse y a crear un vínculo entre nosotros.
Trucos para Enseñar Fotografía de forma Elemental
Empecé haciendo clases mucho más dinámicas y centradas principalmente en juegos y prácticas fotográficas.
Poco a poco empezaba a conectar con mis alumnos, lo notaba en cómo aumentaban el número de preguntas y el interés. Estaban mucho más participativos y el ambiente de las clases cambió por completo.
Empecé por enseñarles las funciones básicas de la cámara para que distinguieran entre la opción automática, macro o paisaje y les traté de explicar para qué servían cada una de estas funciones en función de lo que quisieran retratar.
Las claves para componer buenas imágenes, haciendo que aprendieran a ver más allá de lo general, a percibir los pequeños detalles. De esa manera, empezaron a realizar trabajos cada vez más creativos.
Distinguir el centro de interés de la imagen y a como encuadrarlo, así como mejorar la calidad de la fotografía enseñándoles trucos para sacar fotos enfocadas o desenfocadas según ese centro de interés.
A medida que iban aprendiendo más funciones podían jugar con ellas para componer fotos que expresaban mejor lo que querían.
También les encantó aprender nociones básicas en Photoshop, una de las clases que más celebraron muchos alumnos.
Varios de ellos me comentaban lo mucho que les había gustado la asignatura y que estaban pensando en estudiar Diseño o Fotografía.
El resultado final del curso me sorprendió, ya que nunca eres consciente de cómo puedes afectar en la vida de alguien y de lo importante que es la Educación en este sentido.
Me encanaba mi nuevo trabajo, y siendo un trabajo al que llegué por mis circunstancias vitales parecía haber encontrado, casi por coincidencia, mi verdadera vocación.
Aunque, eso sí, nunca he creído mucho en las coincidencias.